Presentación

Abordar una investigación sobre pornografía y masculinidad(es) supone adentrarse en dos conceptos complejos, enmarcados en disputas políticas e ideológicas que dificultan su análisis.

En el caso de la pornografía, por un lado, es reprobada por amplios sectores de la sociedad -desde posturas de derecha hasta diversas posturas feministas, si bien cada grupo con argumentos diferentes-; por otro lado, se trata de una actividad económica con grandes ganancias debido al amplio consumo de sus productos y a su flexibilidad para adaptarse a contextos culturales y tecnológicos dinámicos -por tanto con fuertes intereses para perpetuar su existencia.

De manera marginal, existen voces que consideran que la pornografía también forma parte de la expresión de la sexualidad y por lo tanto no cuestiona su existencia, sino la falta de ética y la visión estereotipada e irreal que aparece en sus expresiones comerciales -que son las más difundidas.

Respecto a las masculinidades, se trata de un término que proviene de los estudios de género y se centra en el análisis de la condición de los hombres y de qué manera se benefician y perpetúan el sistema patriarcal; desde este enfoque académico y político se debate si los hombres podrían o no ser aliados en la construcción de la igualdad de género.

Esta discusión se da en medio del avance de posiciones conservadoras que quisieran el retorno a épocas en las que la autoridad masculina no era cuestionada.

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Esta investigación no es ajena a estas tensiones y conflictos no resueltos en ambos ámbitos; sin embargo, es conveniente aclarar que en el debate sobre pornografía la intención no es colocarnos en algún espectro dentro de las disputas existentes; en tanto que en las discusiones sobre las masculinidades, GENDES se adscribe a la posición de que la igualdad de género incluye, inevitablemente, que los hombres reflexionen sobre su construcción de género para cuestionar los privilegios que dicha construcción les otorga y hacerse responsables en la construcción de sociedades más incluyentes y justas.

Considerando estas perspectivas, el estudio busca aportar desde los estudios de género de los hombres y las masculinidades una mirada que ponga en el centro la complejidad de la realidad actual de la pornografía y que aporte datos empíricos sobre diversos aspectos relacionados con el consumo de pornografía.

Este documento es producto de una investigación que indagó en las percepciones, actitudes, creencias y experiencias de un grupo de hombres de entre 15 y 30 años de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) en torno a la pornografía y su consumo; de manera preponderante se procuró identificar la forma en que la misma interviene en los procesos de socialización de estos hombres, así como en los impactos en sus vidas y en sus relaciones afectivo-eróticas.

La finalidad del estudio es contar con información para construir herramientas y estrategias teórico-prácticas para el trabajo con hombres con la intención de prevenir todo tipo de violencia masculina asociada al consumo de materiales pornográficos; en particular, las que pudieran presentarse en torno a la violencia sexual, digital y aquellas ligadas a consumos pornográficos y prostituyentes vinculados con el delito de la trata de personas.

Con base en lo anterior, se planteó como objetivo general: Identificar si el consumo de materiales pornográficos por parte de los hombres jóvenes de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) tiene algún impacto en sus procesos de socialización de género, específicamente en las percepciones sobre sí mismos, sus parejas y sus relaciones afectivo–eróticas.

Asimismo, se establecieron los siguientes objetivos específicos:

  • Explorar cómo es que los jóvenes de la ZMVM llegan a consumir pornografía.
  • Visibilizar cuáles son las motivaciones que tienen los hombres jóvenes de la ZMVM para consumir materiales pornográficos.
  • Reconocer los mandatos de género que pueden tener las producciones pornográficas que consumen mayoritariamente los jóvenes de la ZMVM.
  • Distinguir las opiniones de los jóvenes de la ZMVM acerca de la influencia que la pornografía tiene en sus percepciones sobre sí mismos, sus parejas y sus relaciones afectivo – eróticas.
  • Indagar el nivel de conocimiento que pueden tener los jóvenes de ZMVM en cuanto a la relación entre pornografía, trata de personas y otros delitos de tipo sexual.
  • Sistematizar y analizar la información obtenida con miras a desarrollar propuestas preventivas para el abordaje de políticas públicas.

Junto con la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM) presentamos la investigación: «Nopor… ser hombre: masculinidades, pornografía y relaciones afectivo eróticas», el día jueves, 5 de octubre de 2023, de 11:00 a 13:00 h, en las Salas Digna Ochoa dentro de las instalaciones de la CDHCM.

Contamos con la presencia de Mauro A. Vargas Urías, Director General de GENDES; César Galicia, psicólogo y sexólogo, conferencista, escritor y creador de contenido; Sharon Bissell, filántropa y especialista en justicia social, de género y derechos humanos, René López, Responsable de Investigación en GENDES y Nashieli Ramírez Hernández, Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México.

Metodología

La investigación es de carácter exploratorio dadas las características particulares del marco muestral propuesto: al trabajarse con una práctica socialmente estigmatizada, quienes consumen pornografía adquieren cualidades de población oculta, respecto de la cual existen dificultades en el acceso al conocimiento de las características y el tamaño de su población.

Se partió de realizar una investigación de metodología mixta, que conjugó técnicas de investigación cuantitativa y cualitativa. Para el primero de los casos, se realizó una encuesta virtual con 510 participantes de la población objetivo, previo pilotaje.

Los resultados fueron analizados mediante tablas de contingencia y la prueba de similitud de chi-cuadrado. En lo que respecta a la parte cualitativa, se realizaron 8 grupos focales en los cuales participaron un total de 33 jóvenes.

El análisis se efectúo mediante la combinación de la metodología de la teoría fundamentada y el enfoque del Análisis Crítico del Discurso, lo que permitió acercarse a la realidad social narrada por los participantes, tanto desde sus particularidades como a partir de los contextos sociohistóricos que las sustentan.

En general, se puede afirmar que lo expresado en los grupos focales refuerza en algunos casos los resultados de la encuesta, aunque en otros los contradice o complejiza, lo que confirma que se trata de un tópico diverso que requiere abordajes integrales.

Principales hallazgos

Con la finalidad de permitir un acercamiento ágil y aprehensible a la vasta información recolectada y analizada en la encuesta y los grupos focales, se presentan los datos y hallazgos que se consideran más relevantes y significativos en función de los objetivos de la investigación. Quien lo desee, puede profundizar en el tema con la lectura del documento completo de la investigación.

Participamos en el 7.° Congreso de Construcción de Paz con Perspectiva de Género con el panel “Pornografía y masculinidades”. Analizamos cómo ejercemos la sexualidad los hombres con la pornografía como tema subyacente; implicaciones en nuestros vínculos, socialización y más. 

El panel estuvo conformado por Mauro A. Vargas Urías, Director General de GENDES; Ismael Ocampo, investigador y co-autor de «Nopor… ser hombre»; Susana González, Coordinadora de Posicionamiento Público de GENDES; y René López, Coordinador de Investigación de GENDES.

Primeros acercamientos a la sexualidad y a la pornografía

La edad media en la que se produce el primer consumo de pornografía es de 13 años; 12% la ha visto antes de los 10 años y 71% lo vio por primera vez entre los 11 y los 15 años

La mayoría de los participantes afirma que llegó a la pornografía sin la intención de hacerlo, principalmente a través de un amigo o compañero de clase, aunque también se la encontró de forma casual en la vía pública, internet o en el hogar. En general, en el primer consumo aparecen sensaciones de desagrado que pueden estar mezcladas en mayor o menor medida con sensaciones de curiosidad e interés.

Cuanto más temprano es el primer acceso a la pornografía, menos se hace por propia voluntad, aumenta la insatisfacción con dicha experiencia y hay una tendencia a que se sientan más inseguros con su cuerpo y su desempeño sexual, sin embargo, esto requiere mayor investigación.

El 95% de los encuestados ha visto pornografía al menos una vez en su vida y 78% lo ha hecho al menos una vez en los últimos 6 meses (considerando la fecha en que se contestó la encuesta).

Presentación de «Nopor… ser hombre: masculinidades, pornografía y relaciones afectivo eróticas», en el Centro de Estudios Legislativos para la Igualdad de Género, del Congreso de la Ciudad de México. 
10 de noviembre de 2023

La visualización de pornografía aumenta en los mayores de edad, entre quienes 97% la han visto al menos una vez en su vida, y 86% la ha consumido en los últimos 6 meses.

Ninguna de las otras variables sociodemográficas consideradas en el estudio interviene significativamente en ver o no ver pornografía, salvo la orientación sexual: quienes se adscriben como no-heterosexuales (homosexuales, bisexuales y pansexuales) ven pornografía en mayor número y con más frecuencia que los heterosexuales.

El tipo de pornografía más visto es el porno casero, seguido de la categoría MILF (del inglés Mother/Mom/Mama I’d Like to Fuck). Uno de cada tres encuestados no busca contenido específico, sino que ve lo que le aparece en la web.

Para la mitad de los participantes, la educación sexual que recibieron no incluía el tema de la pornografía; sin embargo, cuando se llegó a hablar de ella fue en los espacios educativos. Hay coincidencia en que existe una baja presencia del diálogo sobre la temática en los espacios familiares.

Los espacios familiares también ocupan lugares residuales cuando los jóvenes necesitan aclarar sus dudas sobre sexualidad; en el caso de los menores de edad, 37% afirma no acudir con nadie cuando tienen dudas sobre sexualidad.

Las motivaciones para ver pornografía

La motivación principal para ver pornografía es masturbarse y relajarse; la motivación relacionada con el aprendizaje sexual tiene menos de 5% de respuestas. Más allá de la motivación, se preguntó si la pornografía puede ser un medio para aprender sobre sexualidad: 27% de los encuestados considera que sí, 55% cree que no, y el 18% restante no lo tiene claro. 

La mayoría de los participantes consideran que lo que se ve en el porno no se asemeja a la realidad de las prácticas sexuales. Uno de cada tres encuestados nunca se ha sentido motivado a llevar lo que ve en el porno a sus prácticas sexuales; la mitad ha llegado a pensarlo en algún momento de su vida y los demás lo considera frecuentemente.

Entre quienes ven pornografía, cerca de 20% no ha propuesto a su pareja afectivo-erótica llevar cabo lo que ve en el porno; cerca de 60% sí lo ha propuesto y la reacción fue de curiosidad o agrado, en tanto que otro 20%, aproximadamente, también lo propuso, pero la reacción fue de indiferencia, desagrado o alejamiento.

Pese a que no se considera que la pornografía sea una fuente de aprendizaje en temas sexuales; en las narraciones de algunos participantes sí reconocen que ha tenido una influencia en la construcción de su sexualidad, tanto en lo que refiere a sus prácticas como en cuanto a sus deseos y gustos.

Para quienes en los últimos 6 meses dejaron de ver pornografía las principales razones expuestas fueron que: nunca les motivó ni les gustó, y no la consideran un producto ético.

El malestar en el consumo de pornografía

Un tema que prácticamente no se ha reportado en la bibliografía consultada, pero que en este estudio aparece como un elemento destacado fue el consumo de pornografía vinculado a estados de estrés y ansiedad que viven los participantes, ya sea en sus centros de estudio o laborales.

En estos casos, tal como ya vimos, la finalidad de ver pornografía es masturbarse para aliviar dichos estados; sin embargo, ese alivio es temporal porque aparecen sentimientos de culpa y vergüenza (80% de los encuestados refiere haber tenido ambas sensaciones por consumir pornografía en algún momento de su vida), que a su vez contribuyen a generar estados de estrés y ansiedad.

Lo anterior genera un círculo vicioso que se manifiesta en un sentimiento de malestar e inconformidad con el consumo de pornografía: en la mayoría de los casos se le califica como negativo y se refiere una constante intención de querer abandonarlo o disminuir su consumo significativamente. Cuando no se logra, la sensación de culpa y vergüenza vuelve a aparecer.

Estos resultados indican la necesidad de indagar en la salud mental y emocional de los jóvenes, principalmente en los de menor edad, para identificar qué factores están influyendo en los elevados niveles de ansiedad y estrés que muestran.

Asimismo, es necesario reflexionar sobre el vínculo que los jóvenes establecen entre su estado emocional, el consumo de pornografía y el ejercicio de su sexualidad, en tanto esta última termina supeditada en buena medida a la ansiedad y el estrés —más que a una necesidad de autoexploración y goce.

Posturas frente a las creencias sexistas

En la investigación se exploró una serie de 12 frases que se relacionan con diferentes creencias sexistas y misóginas, a partir de una escala de acuerdo y desacuerdo. En la mayor parte de las frases los encuestados suelen no aprobar dichas frases. Donde hay mayor desacuerdo son:

  • Sólo 45% considera que el porno promueve la violencia contra las mujeres; esta opinión no depende de si ven o no pornografía, pero sí de la edad: los menores de 18 años consideran en un 28% que el porno violenta y/o degrada a las mujeres, cifra que asciende al 48% en los mayores de edad.

  • Los menores desacuerdos -alrededor del 40%- se presentan en torno a dos frases: las mujeres sí pueden detener el acoso si ellas así lo quieren y es aceptable el consumo de prostitución para fines de satisfacción de fantasías sexuales de los hombres. Solamente para la última frase existe una relación estadísticamente significativa entre la respuesta de acuerdo y la frecuencia con que se ve pornografía: quienes han visto porno en los últimos 6 meses y quienes lo ven con mayor frecuencia tienen una mayor aceptación hacia el consumo de prostitución.

La postura en relación con las diferentes frases no depende de que se vea o no pornografía, ni de su frecuencia (excepto en el caso de la aceptación de la prostitución); tampoco las pláticas de educación sexual tienen una incidencia relevante. Lo que sí interviene en la totalidad de las frases es el tipo de pornografía que se ve y esto se aborda en el siguiente apartado.

El tipo de porno que se ve y su influencia frente a las creencias sexistas

Los resultados de la encuesta revelan que es probable que quienes ven tipos de pornografías “más agresivas” -como el hardcore y, en menor medida, el anal y el lésbico- tienden a tener una mayor aceptación de frases sexistas y una posición más desfavorable hacia el movimiento feminista.

Si bien es difícil delimitar cada una de las categorías, en general esas tres que hemos identificado como las más violentas, están dirigidas a hombres heterosexuales, el deseo de las mujeres normalmente es ignorado, tienen escenas de sexo explícito, suelen incluir contenidos agresivos y/o expresiones de dolor y sufrimiento como forma de mostrar el placer en las mujeres.

Es interesante hacer el contraste con quienes ven porno feminista y softporn, porque si bien representan un consumo minoritario, quienes lo ven expresan mayores niveles de no aceptación de creencias sexistas, así como una actitud más crítica hacia los efectos de la pornografía en las mujeres.

Ahora bien, el consumo de esas categorías de porno son resultado de diferentes procesos de toma de consciencia sobre la relación entre violencia de género e industria pornográfica y no al revés -es decir, no es ese tipo de porno el que “educa”, sino que se llega a él al buscar formas de consumo alternativo.

Lo anterior plantea la duda de si quienes sostienen creencias sexistas o rechazan al feminismo lo hacen por el tipo de porno que consumen, o bien ambas cosas (tanto la selección del porno que ven y la conformación de sus opiniones) son resultado de procesos socioculturales de género, en donde, en todo caso, cierto tipo de pornografía reafirma visiones heteronormas y violentas hacia las mujeres.

Los hombres no-heterosexuales y el consumo de pornografía

Para quienes se adscriben como no heterosexuales la pornografía ha funcionado como un espacio que les permitió conocer una sexualidad disidente a la heteronorma, pues encontraron sitios y productos que les acercaron a prácticas sexuales que les eran reprimidas u ocultadas en sus contextos cotidianos.

Por otra parte, los no-heterosexuales muestran algunas características diferentes a las de quienes se asumen como heterosexuales: consumen más porno y con mayor frecuencia; son más selectivos con lo que ven; se masturban en mayor medida.

Los no-hetero suelen tener posiciones menos machistas, son más propensos a considerar que el porno promueve la violencia contra las mujeres y a estar en total desacuerdo con la mayoría de las creencias sexistas, conocen en mayor medida qué es la llamada Ley Olimpia y tienen mayor simpatía por el feminismo.

Lo anterior sugiere una tendencia a que las lógicas de la heteronorma tengan mayor peso en la configuración de las creencias sexistas que el consumo de pornografía; a ello podríamos agregar otro factor: el alejamiento del pensamiento crítico del feminismo tiene mayor incidencia en la aceptación de actitudes y creencias sexistas, más allá de que se vea o no pornografía.

Estos resultados permiten varias reflexiones:

  • ciertos tipos de pornografía juegan un rol importante en los procesos de socialización identitaria de varones disidentes de los mandatos de la masculinidad hegemónica;
  • la pornografía puede ser considerada un espacio de exploración de sexualidades contra-hegemónicas que permite acercarse a un posicionamiento crítico de la heteronorma, los mandatos normativos de la masculinidad y las creencias y actitudes sexistas;
  • la pornografía hegemónica refuerza y retroalimenta contenidos sexistas, pero la toma de conciencia de género por parte de los hombres —propiciada por cambios en las experiencias de vida y en la reconfiguración de significados desde el feminismo— los lleva a buscar un tipo de pornografía que brinde otras posibilidades identitarias y de expresión afectivo-erótica.

La socialización masculina a través del porno

La relación de los hombres con la pornografía reproduce dinámicas esenciales en la construcción de la masculinidad: distinción con las mujeres y lo femenino, así como generación de alianzas y unidad entre los varones y su masculinidad.

Respecto al primer punto, incluye aceptar la heteronorma y evitar mostrarse dudosos, temerosos o sin intención de querer ver la pornografía pues ello puede generar bromas, burlas, insultos e incluso amenazas alusivas a su “feminización”.

También alude a un proceso de distanciamiento y acercamiento a las mujeres: distanciamiento en el plano de lo afectivo; acercamiento de forma instrumental al volverse objetos de deseo y de prestigio entre hombres.

En lo que refiere a la construcción de alianzas entre hombres, la socialización del porno implica un espacio de cofradía en el que se reafirman relaciones afectivas entre varones, a la par que se hace un trabajo de vigilancia -sobre el cumplimiento de la heteronorma- y jerarquización intragenérica -quien circula el porno o comparte conocimientos sobre sexualidad adquiere una posición de distinción y estatus.

Por otra parte, frente a la poca información disponible la pornografía se vuelve casi el único medio para conocer lo que sucede en el acto sexual.

Habría que agregar que estos procesos sociales en la relación pornografía-masculinidad son siempre imperfectos, se encuentran en tensión y transitan hacia diferentes lugares.

Existen tensiones entre los mandatos tradicionales de género que promueven una hiper y hetero sexualidad y los imaginarios provenientes del discurso feminista que promueven nuevas formas de relaciones intra e intergénerica, nuevos vínculos con la sexualidad y una perspectiva crítica de la pornografía.

Más aún, permiten comprender que el deseo sexual de los hombres no es algo estático a pesar de los mandatos normativos imperantes en los procesos de socialización masculina —principalmente en la adolescencia—, lo que produce una relación compleja en el vínculo existente entre masculinidad-sexualidad-pornografía.

¿Cómo definimos a la pornografía?

Más que proponer una definición concreta, el estudio muestra la dificultad de conceptualizar a la pornografía.

La función de un concepto es delimitar aquello que se define, a partir de identificar sus características específicas; en el caso de la pornografía esto parece imposible porque hace referencia a diferentes cosas a la vez, al mismo tiempo que está sujeta a debates políticos que responden a ciertos posicionamientos ideológicos y/o morales.

La politización de los conceptos ayuda a ubicar las definiciones en contextos sociales marcados por la desigualdad, la injusticia y/o la violencia, pero también puede llegar a dificultar el diálogo que dé cuenta de la complejidad del concepto, para generar formas de acción más efectivas.

A partir de lo investigado, se encontró que los abordajes teóricos mencionan tres formas de abordar la pornografía, en función de:

  1. lo que provoca en quien la ve: tiene el problema de que no prevé que los productos pueden generar diferentes efectos, además de que hay productos que pueden generar efectos sexualmente estimulatorios sin tener una intención abiertamente pornográfica.

  2. las características propias del producto: aquí suele existir una dificultad para distinguir entre lo que se considera erótico y lo pornográfico; entre lo comercial y los usos educativos (porno-educación); entre la industria y las imágenes autoproducidas.

  3. la perspectiva feminista: en este caso la pornografía se suele concebir como un producto patriarcal, pero entonces se vuelve problemático que dentro del propio feminismo se produzcan materiales pornográficos (porno-feminismo, porno-terrorismo) o que mujeres decidan compartir imágenes íntimas.

Nota en el periódico La Prensa, 10 de octubre de 2023.

Además de estas posturas, habría que considerar otros elementos para comprender a la pornografía.

  • Como producto audiovisual: la pornografía es un producto audiovisual que en la actualidad se desarrolla principal y mayoritariamente en espacios virtuales. Conjuga una doble particularidad al definirse simultáneamente por sus características propias y por la forma en que es percibida por el público.

  • Como imaginario cultural: la pornografía es mucho más que un producto; también es un imaginario sociocultural (o una serie de imaginarios), en gran parte vinculado con las nociones de depravado, impactante, escandaloso, obsceno, independientemente del producto pornográfico en sí. En muchos contextos, la construcción de imaginarios de la sexualidad y de la pornografía se retroalimentan, y se vuelven elementos socialmente prohibidos.

  • Como industria: la pornografía se realiza en un contexto económico específico, de manera que debe verse como resultado de un conglomerado industrial que moviliza vastas cantidades de dinero y personas vinculadas directa e indirectamente con su producción y comercialización; es una de las industrias más rentables del mundo y desde este lugar, se relaciona con gobiernos y con otras industrias.

    Asimismo, es una industria que se mueve en una delgada línea entre legalidad e ilegalidad: es innegable que es una actividad propicia para encubrir situaciones de explotación de mujeres, niñas y niños, ya sea originadas en la trata de personas o en la explotación de la prostitución ajena.

  • Como tecnología: mediante diversas técnicas, procesos y conocimientos, la pornografía produce identidades, imaginarios, deseos, cultura y realidades materiales que se relacionan directamente con la construcción de las relaciones de género, ya sea que provengan de la masculinidad hegemónica, o de posiciones disidentes.

  • Como expresión de la sexualidad: el porno es una forma de expresión y experiencia sexual que se puede relacionar con el aprendizaje de la sexualidad, dada su capacidad de producir deseo y orientar los intereses sexuales de muchos hombres (y mujeres).

El concepto de pornografía solo puede ser entendido en esta complejidad de interacciones.

La pornografía es un espacio social en el que domina una industria económicamente poderosa, inserta en relaciones patriarcales y capitalistas y con gran capacidad de influencia; pero en ese espacio también se advierten tensiones y transformaciones producidas por la resistencia y la capacidad de agencia de personas y colectivos (que se encuentran tanto en la producción, como en el consumo) por los cambios en los imaginarios sociales de la sexualidad y las relaciones de género, así como la propia capacidad de la industria pornográfica de adaptarse a todas estas transformaciones.

Entender todas estas múltiples facetas de la pornografía puede contribuir a un mejor acercamiento a las experiencias que viven los hombres en el proceso de construcción de su identidad genérica y sexual, con la finalidad de construir mejores herramientas de intervención en la dirección de erradicar la violencia masculina y la explotación sexual de los cuerpos y vidas de las mujeres y niñas.

Valores alternativos

Tal como ya se ha referido, los resultados cuantitativos de esta investigación indican que las creencias sexistas son aceptadas o rechazadas independientemente de que se consuma pornografía o de la frecuencia con la que se consume.

Sin embargo, en muchos testimonios vertidos en los grupos focales sí se reconoce que el porno refuerza ideas sexistas, pero estas consideraciones sólo aparecen cuando se incorpora un marco de referencia contrahegemónico o feminista que, por contraste, permite comparar la manera en que se presentan los cuerpos, las intenciones, los discursos.

En este sentido, pareciera que la presencia de la pornografía no basta para determinar si su consumo será un elemento determinante para que una persona justifique o naturalice la violencia hacia las mujeres; pareciera que son factores externos -de manera muy clara, tener contacto con posiciones feministas- los que pueden predecir si las personas pueden enterarse de las condiciones de explotación o de trata de personas que pueden presentarse en el porno, así como la manera en que los cuerpos femeninos o feminizados son objetualizados para el placer masculino heterosexual.

También son estos factores externos los que en muchas ocasiones pueden conducir a los hombres a dejar de consumir pornografía o bien buscar un consumo más ético de pornografía basado en la revisión de las condiciones y orígenes del material que se está consumiendo.

Más allá de esta nueva relación con la pornografía, el feminismo les permitió a estos hombres cuestionar sus aprendizajes masculinos, al mismo tiempo que les permitió acceder a otras formas de entender la sexualidad, ligadas a una mayor exploración del deseo y los gustos personales, el aprendizaje de formas de conectar por medio de la sexualidad con el placer propio y el de las parejas, y también a mejorar las capacidades de rendimiento sexual; ello redundo en tener mejores relaciones afectivo-eróticas con sus parejas.

Conclusiones y recomendaciones

A partir del análisis y discusión de los resultados de los grupos focales, la encuesta y la revisión bibliográfica sobre el tema, se generan una serie de conclusiones y recomendaciones que tienen la finalidad de abrir y complejizar el campo de debate e intervención sobre el vínculo que tiene la pornografía con la forma en que los hombres construyen su identidad sexo-genérica y sus efectos en las relaciones de género. A continuación, se resume una serie de conclusiones:

  • Respecto a la concepción de que la pornografía es una escuela de sexualidad para los hombres basada en el deseo de dominación de las mujeres, este estudio exploratorio no proporciona una respuesta contundente, pero si permite complejizar la relación entre masculinidad y pornografía en los siguientes términos:

    • La pornografía es relevante en los procesos de socialización de los participantes y en la construcción de su identidad sexual, especialmente de quienes no se identifican con la heteronorma y ven en la pornografía gay, etcétera, la posibilidad de ejercer la sexualidad de una forma diferente.

    • La motivación básica para ver pornografía es masturbarse y relajarse; el aprendizaje sexual no aparece como relevante.

    • Menos de la mitad de los participantes expresaron sentirse motivados a proponer a sus parejas sexuales (no necesariamente mujeres) realizar lo que ven en el porno. De quienes expresaron sentirse motivados, no todos llegan a proponerlo; sin embargo, resalta que quienes no tienen una identidad heterosexual son quienes más llegan a proponer este tipo de experiencias.

    • En un alto porcentaje, se considera que lo que se ve en el porno es irreal.

    • Las reacciones y efectos que la pornografía produce en los hombres son variadas y ambivalentes en función de factores como la edad, el tipo de porno que se ve, la orientación o identidad sexual, las circunstancias personales -lo que incluye su cercanía con el feminismo o no-, entre otros.

    • Parece importante considerar los contextos de los participantes, pues es probable que la cultura y la socialización orienten creencias de género en uno u otro sentido y la pornografía puede ser un reforzamiento de aprendizajes previos —lo que no excluye que a su vez contribuya a generar nuevos imaginarios.

  • La pornografía funciona como un espacio de acompañamiento en la socialización masculina en la adolescencia, construyendo relaciones afectivas y jerárquicas entre hombres (quienes muestran el material pornográfico tienen mayor estatus); distinguiendo y reforzando el mundo de lo masculino y de lo femenino.

  • El ver o no pornografía y la frecuencia con la que se hace no interviene en la mayoría de las creencias sexistas exploradas en la investigación. Sí se encontró relación en lo que refiere al consumo de categorías de formas violentas de pornografía y a tener una mayor aceptación de esas creencias.

  • Se evidencian elevados niveles de aceptación del consumo de prostitución por parte de los encuestados. Esta aceptación atraviesa todas las variables sociodemográficas exploradas y reflejan que el consumo de prostitución es normalizado y naturalizado por buena parte de los participantes. A su vez, destaca el hecho de que dicha aceptación aumenta en relación con la frecuencia del consumo de pornografía: haber visto pornografía en los últimos 6 meses y el verlo con frecuencia incrementa la tolerancia que se tiene del consumo de prostitución.

  • La conciencia que los participantes tienen sobre la explotación sexual de las mujeres y niñas en la pornografía depende sobre todo de si se encuentran vinculados a espacios feministas; en estos casos, los participantes suelen tener una postura crítica sobre el tema, que les lleva a construir imaginarios contrahegemónicos de masculinidad y sexualidad, promoviendo que se decida dejar de consumir pornografía o buscar productos alternativos.

  • Los jóvenes no cuentan con espacios de educación sexual en los que se hable sobre pornografía. En general, los entornos familiares no son sitios donde encuentren un acompañamiento para hablar de sus inquietudes acerca de la sexualidad; ese rol lo cumple el internet o los grupos de amigos.

  • Hay una relación relevante entre consumo de pornografía y la existencia de estados de estrés y ansiedad que se acrecienta en aquellos participantes más jóvenes. Este vínculo se presenta dentro un complicado círculo: en la búsqueda de aliviar el estrés y la ansiedad, muchos participantes consumen pornografía para masturbarse, lo que les hace sentir culpa y/o vergüenza, aumentando nuevamente los sentimientos de estrés y ansiedad.

  • Más allá de que se identifican elementos estructurales en la relación que los participantes tienen con la pornografía, se entiende que la forma en la que estos elementos se traducen en las experiencias, actitudes y prácticas que tienen hacia la misma es diversa y compleja; además, el vínculo que los participantes tienen con la pornografía no es estático y varía a lo largo de su vida, interviniendo discursos contemporáneos ambivalentes sobre la pornografía, la sexualidad y el ser hombre.
A partir de los resultados obtenidos, se propone una serie de recomendaciones para el trabajo y la intervención con hombres en relación con su vínculo con la pornografía:

  • Es necesario incorporar espacios de educación sexual integral (ESI) desde temprana edad, que aborden no solo aspectos de la sexualidad vinculados a la reproducción y los posibles riesgos, sino que se enfoquen en los intereses y dudas particulares que niñas, niños y adolescentes (NNA) tengan acerca de la sexualidad.

  • Los espacios de ESI tienen necesariamente que hablar de la pornografía de una manera abierta y sin tabúes, promoviendo que las y los jóvenes puedan elaborar un pensamiento crítico hacia la misma y su consumo.

  • Dado que social e históricamente la sexualidad ha sido un tema prohibido, es comprensible que las personas adultas a cargo de NNA requieran herramientas e información sobre sexualidad para poder acompañar sus inquietudes y curiosidades con respecto a la sexualidad y la pornografía.

  • El abordaje que se realice en los espacios de ESI con NNA sobre consumo de pornografía debe tomar en cuenta el vínculo que tiene el hecho de estar atravesando estados de ansiedad y/o estrés con dicho consumo. Por lo que se propone que estos espacios incorporen, además, un enfoque en salud mental y emocional.

  • Complementando el punto anterior, es importante prever un trabajo integral en salud mental y emocional con varones desde temprana edad.

  • Al trabajar la temática del consumo de pornografía con hombres es importante identificar los diversos malestares emocionales y su vínculo con el consumo de pornografía.

  • Es necesario concienciar a los hombres en cuanto a la relación que tiene la industria pornográfica con la explotación sexual de mujeres y niñas y la trata de personas con fines de explotación sexual, así como visualizar el papel que tiene la demanda masculina en la presencia y crecimiento de este tipo de problemáticas.

Posicionamiento

Con base en lo encontrado en este estudio, en GENDES consideramos que un abordaje de la pornografía debería contener los siguientes elementos:

  1. Condena a cualquier violación de los Derechos Humanos. Es difícil determinar si la pornografía alienta la trata de personas o más bien constituye uno de los diversos medios a través de los cuales las redes delincuenciales explotan a sus víctimas.

    Lo que si debe quedar claro es que cualquier tipo de delito (trata de personas, explotación sexual infantil, violencia digital y mediática, etc.) o violación a las normas (derechos laborales, por ejemplo) que esté vinculado a la producción o distribución de la pornografía debe ser sujeto a la procuración y administración de la justicia.

  2. Difusión de información suficiente y verídica acerca del porno. Es un hecho que la industria pornográfica cuenta con muchos recursos para promover sus productos y, más allá de eso, una forma de ver los cuerpos y su interrelación sexual, o de ocultar las violencias que se pueden presentar en la industria.

    Frente a ello, es importante generar y difundir información para desmontar mitos, mostrar realidades de cuerpos, desvelar miradas patriarcales hacia el placer y hacia las mujeres, evidenciar situaciones de abuso, explotación y violencia, incluso debatir las opciones que se están generando desde la resistencia hacia la pornografía dominante.

    Lo anterior parte de reconocer que la pornografía forma parte de la socialización masculina -quizá crecientemente de la femenina- y dada la dificultad de prohibirla, es importante coadyuvar a que los consumidores se hagan responsables de su consumo a través de un “Darse cuenta” del tipo de pornografía que están alentando.

  3. Impulso a una educación sexual integral desde una perspectiva de género y con enfoque en masculinidades. Es común que en los espacios escolarizados existan contenidos de educación sexual, pero están muy centrados en los aspectos biológicos (sobre todo, reproductivos) y en la prevención de embarazos e ITS.

    La idea de agregar el adjetivo “integral” es que la sexualidad engloba muchas cuestiones al mismo tiempo: la identidad y las orientaciones de las personas; el placer y el erotismo; el bienestar -o su ausencia- en las relaciones; aspectos químicos o eléctricos (gónadas, hormonas, sinapsis cerebrales, etcétera); los aprendizajes de género y la necesidad de cuestionar algunos mandatos masculinos como la cosificación de los cuerpos femeninos y feminizados, la centralidad en la genitalidad, el abuso de poder y, en genera, diversas formas de violencia; etcétera.

    A ello habría que agregar las dudas y los temores de las personas que desean iniciar su vida sexual, por lo que también demanda un abordaje psicosocial y atento a las necesidades de mujeres y hombres en la etapa de la adolescencia. Una educación sexual integral deberá abordar este tipo de cuestiones de una manera abierta, desprejuiciada y atenta a los Derechos Sexuales y Reproductivos de las personas.

  4. Promoción del ejercicio de una vida sexual libre de violencia. Esta propuesta está relacionada con el punto anterior, aunque también incluye la prevención, sanción y erradicación de cualquier violencia sexual (incluyendo acoso, abuso y hostigamiento), de manera que en forma creciente las relaciones sexuales estén basadas en el consentimiento libre, modificable, informado y entusiasta.

  5. Fomento de la salud mental y emocional de las personas. Uno de los hallazgos de la investigación fue que existen altos niveles de relación entre estados de ansiedad y estrés y el consumo de pornografía.

    No se trata de una correlación causa-efecto; más bien indica que ante situaciones estresantes las personas seguramente no cuentan con espacios seguros y confiables para atenderlas -o, en caso de existir, no los conocen-, por lo que acuden a la pornografía como un medio para paliar sus efectos; sin embargo, los mismos hombres se dan cuenta que no representa una solución real y más bien puede complicar el cuadro emocional al aparecer sentimientos de culpa o vergüenza por no poder disminuir el consumo de pornografía.

    El propósito pues, es que los hombres puedan atender sus estados emocionales y psicológicos de salud, independientemente de las decisiones que tomen en torno al consumo de pornografía.

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